Avenida Bolivar, Caracas. (f. CIC-Universidad Católica Andrés Bello)
Un edificio, centro de una ciudad
El Centro Simón Bolívar de Caracas es uno de los más interesantes, más importantes y ─paradójicamente─, menos conocidos ejemplos de infraestructura social y cívica de la modernidad en Latinoamérica. Prácticamente ningún edificio en el mundo interpreta el complejo doble rol de ser a la vez un edificio y el centro de una ciudad capital.
Pensémoslo por un momento: ¿Qué proyecto moderno ha venido fungiendo por más de medio siglo como centro de una ciudad? Si hacemos la pregunta: ¿Qué edificio es una torre, es una plaza, es una estación de autobuses, un centro de negocios, un centro comercial, un distribuidor vial, un conector peatonal, un vínculo urbano y simultáneamente es el símbolo de una ciudad? La respuesta es: solo el Centro Simón Bolívar de Caracas (1948-1955), del planificador urbano francés Maurice E.H. Rotival y el arquitecto venezolano Cipriano J. Domínguez, quien dijo una vez: "Algo nuevo y enorme en sus consecuencias está por venir, Un nuevo mundo emerge…"
Comparado a su inmediato precedente americano ─e inspiración─ el también multifuncional Rockefeller Center en Nueva York (1933), vemos que mientras el Centro Simón Bolívar se convierte en el centro de todas las vistas de la ciudad en el área metropolitana y es imposible escapar a percibir su presencia monumental al final de la Avenida Bolívar, el Rockefeller Center, con sus diversos edificios levantándose en la manera tradicional en sus parcelas de acuerdo a la retícula de la ciudad entre la 6ta. y la 5ta. avenidas (1, 10, 30, 50 Rockefeller Plaza o aquéllos en la Avenida de las Américas), solo se percibe al aproximársele. Por otra parte, su inmediato ejemplo americano, el moderno centro de Brasilia de 1956-60, la Praça dos Três Poderes, bella y monumental como es, comparada con el intrincado tejido que el Centro Simón Bolívar fabricó para interactuar con la ciudad histórica tradicional, luce como una explanada escultórica y monumental contemplativa, separada del resto de la ciudad.
Por lo tanto, de allí la importancia de revisitar el Centro Simón Bolívar, una obra maestra venezolana de infraestructura social y cívica en Latinoamérica. El centro de una ciudad es el lugar de toda la actividad ciudadana, donde la ciudad se contempla tanto a sí misma como a su historia, y donde su imagen se retrata: el lugar de encuentro de toda su vida social y cívica. Debido a este papel protagónico, el CSB fue pionero el concebir un proyecto de infraestructura que funcionase exitosamente y a la vez calzase formalmente en la fábrica urbana pre-existente.: la retícula colonial En 1939, la Plaza Bolívar estaba aún funcionando como centro de la ciudad cuando el nuevo plan maestro empezó a desarrollarse: el Plan Rotival.
Entonces, la plaza fue abandonada por ser demasiado pequeña para el crecimiento urbano previsto. Y un nuevo centro fue propuesto. El Plan Regulador consistió básicamente en la invención de un nuevo corazón para la ciudad. Estaba compuesto básicamente de una avenida monumental con varios episodios urbanos desarrollándose a lo largo de un eje, que drásticamente cortaría la retícula tradicional. La primera idea del Plan fue la de crear un nuevo y monumental Centro Cívico, que terminó siendo el actual complejo residencial de El Silencio por Villanueva, alrededor de la Plaza O´Leary, la primera fase de la actual Avenida Bolívar hacia el oeste, y en segundo lugar la idea del proyecto del Centro Simón Bolívar, es decir la segunda fase del plan.
La decisión heroica de erigir un nuevo corazón para la ciudad (intentada sin éxito en El Silencio (Carlos Raúl Villanueva, 1942), "se deslizó" por así decirlo, por el eje central de la monumental Avenida Bolívar hasta finalmente atracar tres cuadras más al este. De acuerdo a este plan, un proyecto moderno de re-distribución general de las calles ─semejante a un eficiente circuito eléctrico─ fue insertado en la retícula. Anclado en el corazón de Caracas, entre las apretadas cuadras del Centro Histórico Colonial, el Centro Simón Bolívar debía de insertarse en medio de una fila de cuadras a fin de fabricar y de hacer resaltar el eje urbano monumental este-oeste de la nueva avenida. Es, luego de la conclusión de la urbanización El Silencio, el caso más importante de un proyecto arquitectónico que sigue al pie de la letra en la historia de Venezuela un sabio, profundo y seguro Plan Maestro de Diseño Urbano (el Plan Rotival,1939).
Las aspiraciones urbanas del nuevo proyecto: su monumentalidad, su dualidad (las torres de treinta pisos de altura, los espacios urbanos divididos, los cuerpos bajos gemelos), y la larga parábola descrita para hacer la transición del gran salto que se da desde la escala doméstica al oeste de los bloques perimetrales de El Silencio hasta las alturas nunca antes vistas en la ciudad de los dos rascacielos de estructura metálica al este, eran todas ideas previas al proyecto de arquitectura.
La segunda gran epopeya de esta historia de siete años de duración cuenta cómo el arquitecto que recibió el encargo, Cipriano J. Domínguez, transformó las directrices establecidas en el Plan Rotival en un proyecto arquitectónico-urbano que valientemente detentaba todos los sueños de la modernidad de su tiempo… así como los suyos propios.
Las otras Torres gemelas
La ciudad de Caracas entró en el siglo veinte en gran parte como una ciudad olvidada, por largo tiempo abandonada por el gobierno nacional. Tan tarde como los 1930s permaneció casi sin ser tocada, con su vieja trama colonial y algunas dispersas intervenciones urbanas decimonónicas, debido a una larga dictadura que desde 1908 prácticamente mudó el gobierno a la vecina ciudad de Maracay. En 1936, al final de ese período, se creó una Dirección de Urbanismo, puesto que "Caracas ya no puede posponer su necesidad vital de ser urbanizada siguiendo un vasto programa que resuelva eficientemente el funcionamiento regular de los servicios públicos para la población y que pronostique su futuro como una gran ciudad moderna".
Esta oficina empezó a trabajar en un Plan Regulador para Caracas, el cual fue oficialmente presentado en 1939 y pensado para salvar el vacío de planeamiento que existía frente al crecimiento de la población y el desarrollo urbano. Para su concepción, el gobierno contrató a una compañía de notables urbanistas franceses, Prost, Lambert, Rotival & Wegnestein, que deberían trabajar con los expertos arquitectónicos locales, entre ellos, el arquitecto Domínguez y también el maestro moderno venezolano Carlos Raúl Villanueva. De los tres expertos franceses, fue el visionario Maurice E. H. Rotival, un ingeniero de Ponts et Chausées experto en Urbanismo "con un impresionante sentido del olfato" -como recordaba uno de sus colegas de la Dirección de Urbanismo-, el responsable de tomar el liderazgo en las discusiones sobre el partido general y las directrices del Plan Maestro de Diseño Urbano de la nueva Avenida Bolívar -entonces llamada la "Avenida Principal"-.
El proyecto intentaba incorporar en la Caracas del siglo veinte el urbanismo del siglo diecinueve que nunca tuvo. Fue Rotival quien tuvo "un acercamiento más amplio a la situación de la Caracas del momento, tratando de entender cuál rol iba a jugar el proyecto en la ciudad". La visión era altamente plástica, con una grandiosa, formalista, Beauxartiana aproximación a la ciudad, la Avenida Principal semejando unos Campos Elíseos caribeños, alineados de palmas y pórticos. El plan debía resolver "el problema del tráfico mediante la creación de avenidas capaces de absorber la gran masa de vehículos", crear una "avenida central que, con sus proporciones y las fachadas de sus edificios, le dieran a la ciudad un carácter monumental", y "construir plazas monumentales, paseos y parques donde el movimiento público pudiera organizarse durante las grandes festividades".
Nuevos edificios gubernamentales como un nuevo Capitolio, una nueva Gobernación, Ministerios, mercados, escuelas y un Cenotafio para Simón Bolívar en la cúspide de la colina de El Calvario (al final del eje al oeste) eran también elementos importantes del plan. En 1945, las obras de El Silencio estaban por concluirse, y se tomó la decisión de continuar la avenida tres cuadras más hacia el este. A comienzos de 1946, el Gobernador de Caracas creó la Comisión Administradora de la Avenida Bolívar, y Maurice Rotival fue llamado de nuevo a regresar al país para unirse a ella. Esta vez él tomó la decisión junto con la Comisión Administradora de dar un salto adelante y modernizar el concepto del diseño de la avenida, introduciendo pasos y áreas de estacionamientos subterráneos, intersecciones de calles en dos niveles, un esquema completo de distribución del tránsito, comercio subterráneo y caminerías peatonales y una plaza monumental a cinco niveles equipada con una estación central de autobuses, con la aspiración de que todo el complejo se conviritiera un día en "un gran foro urbano".
A este cambio de parecer de Rotival se le conoció como el "Foro Bolivar". La idea en sí era que, con las calles norte-sur circulando bajo los edificios de la avenida, podría ser posible aliviar y liberar todo el tráfico del centro de la ciudad. Por supuesto, la propuesta al comienzo fue tildada de utópica, pero finalmente fue aprobada por la Gobernación el día primero de Enero de 1947.
Como El Silencio, el Centro Simón Bolívar se convirtió en una importante renovación urbana. Docenas de cuadras antiguas fueron expropiadas y demolidas para poder completarla… una gigantesca operación urbanística. La avenida tendría ocho vías para automóviles y dos secciones construidas principales: primero, tres sets dobles de bloques al oeste de menor escala para relacionarse con la de los bloques de El Silencio, que eran llamadas a convertirse en el principal centro comercial de la ciudad y que gradualmente aumentarían en altura, y segundo, las cuadras de edificios de mayor escala, que originalmente eran residenciales, y al final se convirtieron en torres de oficinas.
Rotival era un hombre de un pensamiento urbano ambicioso. Muy de cerca a su visión vino el plan de diseño urbano, y directo desde allí, el proyecto arquitectónico del Centro Simón Bolívar. "El quería hacer un símbolo para la ciudad, y lo logró", dijo el arquitecto Gustavo Ferrero Tamayo, miembro de la Comisión Administradora de la Avenida Bolívar, "Maurice lo supo desde el principio mientras estaba haciendo sus dibujos, y se los pasaba a Cipriano Domínguez diciendo: ´Este es el símbolo para Caracas´". Cipriano Domínguez fue entonces comisionado para orquestar el proyecto de arquitectura. Cuando entonces se le preguntó si él sentía que era capaz de llevar adelante un encargo tan ambicioso, se dice que contestó: "Bueno, no lo sé… Quizás sí!".
Ahora él y su equipo debían responderle a una institución recién creada, la Compañía Anónima Obras de la Avenida Bolívar C.A., que debía dirigir las obras… pero también tendrían que vérselas con los deseos y caprichos del jefe del Estado en ese momento, el General Marcos Pérez Jiménez, la innegable fuerza conductora tras el Centro Simón Bolívar. Todo realizado en el lenguaje arquitectónico personal tropical moderno favorito de Domínguez, que usualmente es relacionado con el Ministerio de Educación y Salud (Lucio Costa, 1937-43). Cipriano J. Domínguez, graduado en la Ecole Speciale d´Architecture de París y un francófilo empedernido, era un gran admirador de Le Corbusier, al cual a menudo citaba, recordando lo que éste escribió una vez en Vers une Architecture: "Soy un arquitecto y un planificador urbano: hago planes. Mi temperamento me inclina a los placeres del descubrimiento. Movimiento, desarrollo, el placer mismo de vivir son mi pasión… Hago los planos de una ciudad contemporánea".
La construcción empezó en Octubre, 1948. Domínguez emprendió "con arte y con dignidad" todos los estudios necesarios para convertir el Plan Maestro de Diseño Urbano en arquitectura moderna. No hubo oportunidad de hacer un Anteproyecto: todo fue directo del Plan Maestro al proyecto y de allí a su construcción directa, fast track. Es imposible negar que el orgullo político estaba en juego. Pérez Jiménez quería un edificio representativo para ganar prestigio, y lo quería rápido. Estaba, también, obsesionado con la altura, obligando arbitrariamente a elevar las torres a treinta pisos durante una visita al taller del arquitecto, de manera que alcanzasen la cota de los mil metros de altura.
El resultado fue la legendaria colección de mil dibujos a lápiz, expresando cada detalle del desarrollo de 400,000 metros cuadrados, completamente terminados luego de una década de intensos trabajos, en 1958. Tres sótanos de estacionamientos, una estación central de ochenta autobuses, un importante pasaje subterráneo de cuatro canales que enlaza la avenida con El Silencio, más tres calles subterráneas norte-sur y, finalmente, dos largos bloques, el Bloque Norte y el Bloque Sur, coronados con las monumentales torres gemelas -muy a menudo conocidas en su época como el "Rockefeller Center de Caracas"-, completaba el conjunto.
El Centro Simón Bolívar fue un éxito en todos los sentidos, desde su concepto original hasta su uso y abuso actuales, sesenta años más tarde. Se convirtió en la imagen de Caracas y en el símbolo formal de la modernidad de la ciudad, y lo sigue siendo, a pesar de que ésta ha crecido cuatro veces desde su construcción. Una placa de bronce instalada en el edificio conmemora la fecha en que Caracas alcanzó el millón de personas, la cual coincidió con la inauguración del Centro Simón Bolívar.
El CSB desde entonces se ha convertido en el edificio más emblemático de Caracas. Es una cuerpo mdoerno multifuncional, una obra de infraestructura cívica y social, un ícono arquitectónico que detenta todos los sueños de la arquitectura mdoerna de su época - especialmente los de Le Corbusier-, con amplias plantas libres, pilotis, rampas, brise-soleils, terrazas jardín. Una arquitectura moderna tropical que a la manera académica alinea simétricamente sus volúmenes y sus grandes espacios abiertos a lo largo del eje de la Avenida Bolívar.
Sin embargo, las una vez radiantes "Torres de El Silencio", luego de muchos años de falta de mantenimiento y supervisión, unidos al intenso uso de las oficinas, está un estado deplorable, Ahora que Caracas ha alcanzado los cuatro millones y medio de habitantes, el Centro Simón Bolívar enfrenta una nueva amenaza: pronto será sometido a una importante restauración que ya amenaza con ser muy controversial... Nadie puede garantizar que ésta será hecha respetuosamente, de acuerdo a su proyecto original.
Como Graziano Gasparini escribió en Escuchando al Monumentoː “Hay un punto que debe ser manifestado muy claramente, como una vez dijo Solá-Morales: “cada edificio tiene su propia capacidad de expresarse. Los aspectos de la intervención de arquitecturas históricas no son ni neither problemas abstractos ni problemas que puedan formularse de una vez por todas, sino más bien problemas que se erigen como problemas concretos sobre estructuras concretas. Quizás por esto, dejar hablar a el edificio es todavía hoy la primera actitud responsable y lúcida al confrontar un problema de restauración…”.
Hay muchos casos concretos que demuestran cuán superfluos son algunas reglas y enunciados: casos en los cuales la obra habla sola sin dejar lugar a dudas para malentendidos. Una intervención hecha con el mismo criterio de restauración que en una obra de pintura, es decir, donde solo la materia de la obra de arte es sujeto de la restauración. Y donde nadie se atreve a alterar, en lo más mínimo, el concepto y la idea arquitectónica que el arquitecto materializó en su edificio.
Nuestro clamor es que esta importante infraestructura social y cívica latinoamericana de mediados del siglo veinte merece un proyecto de restauración sincero y científico que pueda devolver a esta arquitectura a su brillante realidad de otrora, impulsando su tardío ingreso y justo reconocimiento en la historia de la arquitectura moderna.
Graziano Gasparini
Hannia Gómez
Hannia Gómez
Conferencia dictada por el Grupo de trabajo de Venezuela en la 11th International Docomomo Conference, "Living in the Urban Modernity". Ciudad de México, 26 de Agosto, 2010.
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